MANUEL CABALLERO

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Manuel Caballero

Manuel Caballero
Manuel Caballero, 2008.jpg
Manuel Caballero en 2008.
Nombre Manuel Antonio Caballero Agüero
Nacimiento 5 de diciembre de 1931
BarquisimetoVenezuela
Fallecimiento 12 de diciembre de 2010 (79 años)
Caracas, Venezuela
Nacionalidad venezolano
Ocupación Escritorhistoriadorperiodista,profesor
Cónyuge Hanni Ossott
FirmaManuel Caballero signature.jpg

Manuel Antonio Caballero Agüero (Barquisimeto5 de diciembre de 1931 – Caracas12 de diciembre de20101 ) fue un destacado historiador, periodista, escritor y docente venezolano.

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Biografía

Caballero estudió historia en la Universidad Central de Venezuela y obtuvo su doctorado en la Universidad de Londres. Con la publicación de su disertación obtuvo el mérito de ser el primer venezolano en ser editado por laCambridge University Press. En 1989 fue invitado por la Universitá degli Studi di Napoli de Italia. Recibió el Premio Nacional de Periodismo y el Premio Nacional de Historia en 1994 y en 2005 fue elegido como miembro de la Academia Nacional de la Historia de Venezuela.

Caballero escribió regularmente en algunos periódicos venezolanos, como El NacionalEl Diario de Caracas y más recientemente en El Universal. A pesar de su pasado como pensador y activista político de izquierdas, en particular durante la presidencia de Rómulo Betancourt, Caballero criticó vehementemente la política de Hugo Cháve

Obra

Entre los libros de Manuel Caballero destacan los siguientes:

  • Betancourt: populismo y petróleo en Venezuela; Historia de América en el siglo XX; Centro Editor de América Latina (1972)
  • La pasión de comprender: ensayos de historia (y de) política (1983)
  • EL orgullo de leer (1988)
  • Las elecciones presidenciales: ¿la última oportunidad o la primera? (1989)
  • Gómez, el tirano liberal: vida y muerte del siglo XIX (1993)
  • De la "Pequeña Venecia" a la "Gran Venezuela": una historia de cinco siglos (1997)
  • Contra el golpe, la dictadura militar y la guerra civil (1998)
  • La crisis de la Venezuela contemporánea 1903-1992 (1998)
  • La gestación de Hugo Chávez: 40 años de luces y sombras en la democracia venezolana (2000)
  • Latin America and the Comintern, 1919–1943 (2002)
  • Rómulo Betancourt, político de nación (2004)
  • El desorden de los refugiados (2004)
  • Dramatis Personae: doce ensayos biográficos (2004)
  • ¿Por qué no soy bolivariano? (2006) [1]
  • La peste militar (2007)
  • Contra la abolición de la historia (2008)
  • Polémicas y otras formas de escritura (2008)
  • Historia de los venezolanos en el siglo XX (2010)

Véase también

Enlaces externos

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Para leer a Manuel Caballero23/01/2010 | por Roberto J. Lovera De Sola [mail] | Categorías: OpiniónCríticaPolítica,SemblanzasColaboradoresHistoriaVenezuelaLibrosRoberto J. Lovera de SolaLiteratura,Escritores“En el ensayo… su real carácter está en el acto mismo de discutir, en la invitación al debate, no en la asertividad incuestionable”.
Manuel Caballero: “No más de una cuartilla”
Caracas: Alfa, 2009, p.17

Gracias, amigos y amigas, para acudir a esta sesión de los “Tertulieros se reúnen” para conversar con Manuel Caballero sobre sus libros. Gracias también a la historiadora María Elena González Delucca y a la antropóloga Michelle Ascensio para ayudarnos hoy en el proceso mayeútico de alumbrar los por qué de la escritura de este vasto escritor venezolano, quien al hacer su autorretrato señaló: “Sólo he amado con pasión dos cosas en mi vida: los libros y las mujeres… Nunca he logrado expresarme de otra forma que no sea emborronando cuartillas. Por eso, creo tener autoridad suficiente para decir que la de escritor no es una profesión ni un oficio, sino un destino. Y nadie huye a su destino” (“Defensa e ilustración de la pereza”, Caracas: Alfadil, 1998,p.21). A lo cual añadió una observación fundamental: “Hay una idea corriente de que ‘escritor’ solo puede llamarse quien produce obras de ficción. Pero una prolongada relación con la mesita y la máquina de escribir me ha llevado a concluir que no existe escritura que no lo sea” (p.22). A lo cual habría que añadir que no es sólo escritor el que escribe poemas, narraciones u obras de teatro. También escritores son los críticos literarios porque sin la imaginación andando es imposible comprender y analizar las obras literarias. Así todo crítico también es un creador.
Pero caminado hacia nuestro invitado de esta tarde debemos confesar, después de mucho leerlo, siempre con aquella fruición que aconsejaba Jorge Luis Borges (1899-1986), que no deja de ser tarea dificilísima definir los contornos de su obra porque como humanista todo lo humano le interesa y sus intereses, por ello, son múltiples.
Ante Manuel Caballero cabe una constatación que nos hemos hecho ante el espectáculo del escribir venezolano: a fines del siglo pasado o al principios de este se extinguieron, por razones biológicas, los pensadores y ensayistas del siglo XX. El maestro Arturo Uslar Pietri (1906-2001), el hombre siglo, el hombre país, los presidió. Dejaron también de vivir cinco figuras que ahora tanta falta nos hacen, para hacer luz en todo lo que nos sucede, Juan Nuño (1927-1995), Carlos Rangel (1929-1988), José Ignacio Cabrujas (1937-1995), Tomás Polanco Alcántara (1927-2003) y el patrón de esta casa Francisco Herrera Luque (1927-1991). Pero fallecidos todos han venido los que debían tomar sus banderas en las manos y seguir iluminándonos. Para nosotros, y no es un elogio vacío, ni una expresión de afecto, sino una constatación crítica, quien los encabeza hoy es Manuel Caballero. Después vienen los demás.
Y está frente a todos porque igual que aquellos que se nos fueron es Manuel Caballero por sobre todo un humanista. Lo es, entre las muchas definiciones que esta posición ante el mundo ha sido bautizada, porque, como dijo el francés Pierre Henri Simón (1903-1972), es el que ejerce esa “actitud del pensamiento que comporta dos afirmaciones esenciales: existe una naturaleza humana; y lo humano se caracteriza por la vida del espíritu” (“Proceso al hombre”, Caracas: Universidad Central de Venezuela,1962,p.9). Y es desde esa atalaya que Caballero mira al mundo y expresa con su palabra su comprensión de ese universo.
Pero Caballero, con ser siempre un humanista, se expresa vaciando sus textos en diversos modos, sólo que sin bajarse nunca, ni siquiera en sus llamados libros orgánicos, de la actitud del ensayista, de la mirada del ensayista. Siempre cuando redacta los suyos, cuando ejerce como columnista político, como crítico literario, que lo es aunque pocas personas se hayan dado cuenta de ello, como historiador, como biógrafo, es siempre un ensayista. Por ello no es casual que una de las mejores exploraciones del género entre nosotros haya sido concebida por él, tal “El desorden de los refugiados”, que dio título a un libro suyo. Esto de ser siempre ensayista lo hermana con el mayor de todos los que hemos tenido: Mariano Picón Salas (1901-1965).
Y, desde luego, es el coralario, Caballero escribe bien, muy bien, inmejorablemente, porque es un estilista, la mas alta escala del ser escritor. Uno de esa gran familia que hay en nuestra literatura y entre nuestros historiadores: Rafael María Baralt (1810-1860), a quien José Antonio Ramos Sucre (1890-1930) aconsejaba como modelo para aprender a escribir, José Gil Fortoul (1861-1943), Caracciolo Parra Pérez (1888-1964), Eduardo Arcila Farías (1912-1996), Guillermo Morón (1926), José Luis Salcedo Bastardo (1926-2005). Y, ahora, Manuel Caballero, cuyo lenguaje siempre acaricia la mente y el corazón de quien lo lee.
Y en cuanto a su método de trabajo debemos señalar que él, todo escritor sabe que debe hacerlo, ha señalado, que el arte de tachar forma parte del trabajo de todo escritor (“Defensa e ilustración de la pereza”, p. 6-8) tiene este modo de trabajar, que hay que subrayarlo para mejor comprenderlo: siempre así se trate de una reedición reescribe sus libros, los pule, de punta a punta, por lo cual los resultados son óptimos. A veces algunas de las nuevas ediciones de sus libros no son tales, como sería el caso de la segunda aparición de “El orgullo de leer” o de“La pasión de comprender”, en los cuales eliminó algunos textos, introdujo otros y a todos los volvió a revisar desde la primera la última línea. Hizo aquello que Octavio Paz (1914-1998) llamaba “Edición corregida y disminuida”. Y, claro al final, sólo podemos decir de sus libros: por sus frutos los conoceréis. Los suyos vienen del grano de mostaza bien cultivada, aquella de la parábola del Evangelio.
Y dicho esto, porque lo que nos proponemos esta tarde es dar una mirada al conjunto de su escribir, debemos señalar que no es nada fácil trazar segmentos al examinar la obra de Manuel Caballero. Si lo hacemos es por mero afán de precisar y describir porque toda ella se nos presenta como una unidad, como un conjunto pese a su diversidad.
Hay en su escribir libros que podríamos denominar orgánicos. Tal “El desarrollo desigual del socialismo y otros ensayos polémicos” (Caracas: Editorial Fuentes, 1970. 235 p.) que tiene un gran valor, y resiste una lectura actual, lo hemos comprobado hace poco. Y su sentido es, aunque no sabemos si todos saben que el gran debate sobre el socialismo, tras los sucesos de Praga en 1968, fueron hechos desde Venezuela y por tres pensadores venezolanos: Caballero en el libro que hemos citado, Teodoro Petkoff en “Checoeslovaquia, el socialismo como problema” (Caracas: Editorial Fuentes,1969) y Ludovico Silva en “Sobre el socialismo y los intelectuales” (Caracas: Ediciones Bárbara, 1970. 85 p.). Esto sólo nos daría materia para toda una aproximación. Y está vivo, más allá del hecho de que Leonid Brezhnev (1906-1982) haya apostrofado públicamente el de Petkoff, lo que le dio relevancia mundial a aquel planteamiento. Tiene presencia viva el libro de Caballero hoy por el debate sobre el socialismo que se realiza entre nosotros desde que el Hegemón actual inventó algo que no existe en la teoría política: el Socialismo del siglo XXI y ello nos llevó a volver a los estantes en donde teníamos guardados nuestros libros sobre socialismo y marxismo, los cuales hemos releído para replicar a tanta descarada, e inculta, proposición. Por ello ya que el libro de Teodoro Petkoff haya sido reeditado, como “El socialismo irreal” (Caracas: Alfa, 2007. 307 p.), debe hacerse tanto con el Manuel Caballero, plenamente vivo y con el breve del inolvidable Ludovico Silva (1937-1988). Y por cierto pronto deberá corregir Teodoro Petkoff la injusta referencia que hace en ese libro (p.125) del poeta Joseph Brodsky (1940-1996): torcida y falsa en todo sentido. Brodsky era en aquel momento un disidente y un perseguido. Y el inmenso Brodsky es ahora Premio Nobél de Literatura (1987). Y cerremos: los sucesos checos del sesenta y ocho significaron el inicio del fin del socialismo autoritario, así lo creemos.
Creemos que podemos decir hoy que Manuel Caballero es un postcomunista pero una persona que estudió hondamente el marxismo, en el que militó, y se preocupó de su influencia en nuestro continente. De allí dos libros suyos tan destacados como “La internacional Comunista y la revolución latinoamericana” (Caracas: Ediciones Nueva Sociedad, 1987. 271 p.), originalmente escrito y publicado en inglés, fue su tesis de doctorado. Tal exploración había sido anticipada, a nuestro entender, por “La Internacional Comunista y América Latina: La sección venezolana” (México: Siglo XXI Editores, 1978. 175 p.) después, muy corregido, llamado ahora “Entre Gómez y Stalin” (Caracas: Universidad Central de Venezuela, 1989. 286 p.). Estos asuntos aparecen incluso, desde otros ángulos, en muy largos pasajes de “El discurso del desorden” (Caracas: Alfadil, 1987. 189 p.). 
Y ya que hemos hablado sobre su versación en el marxismo debemos añadir otra, para nosotros, un humanista cristiano, notable, es esta: es Manuel Caballero uno de los mejores conocedores entre nosotros, sobre todo entre los de su generación y entre los de la de izquierda, del hecho religioso, de las diversas religiones, de los asuntos teológicos y bíblicos. Es casi imposible encontrarle un gazapo, más bien lo que nos hace es alimentarnos con su saber en ese campo.
Entre los que hemos denominado sus libros orgánicos se encuentra “Las crisis en la Venezuela contemporánea” (Caracas: Monte Ávila Editores, 1998. X,177 p.), el cual nos permite mirar casi toda la historia de nuestro siglo XX atravesándolo con el estudio de sus crisis, fenómeno previamente tan bien precisado en la teoría por él. Al leerlo a veces uno está tentado a pensar que su génesis de esta obra está en “Las Venezuelas del siglo XX” (Caracas: Grimaldo, 1989. 306 p.) aunque en este hay mas que las solas crisis.
“Por qué no soy bolivariano” (Caracas: Alfadil, 2006. 219 p.), es libro unitario, aunque concebido a lo largo de mucho tiempo, meditando largamente en su tema central: el culto venezolano al Libertador. Y consideramos orgánico también los ocho ensayos de “Contra la abolición de la historia” (Caracas: Alfa, 2008. 195 p.) por tocar temas y asuntos focales para el entendimiento de nuestro tiempo venezolano. Allí, en el palique final, deja establecido el esquema para un libro que podría titularse “Venezuela en el siglo XX” y que nadie mejor que él está destinado a escribirlo.
Hemos dejado para el final la mención a un libro suyo magnífico, pero mal titulado, no por su culpa sino por los intereses comerciales de su editor madrileño. Es “La gestación de Hugo Chávez”, (Madrid: Catarata, 2000. 167 p.) en el cual el Poseso, como lo llama el gran Zapata, sólo aparece en las páginas del golpe del noventa y dos y en las últimas diez y nueve hojas. En verdad el nombre de este libro es el que aparece como subtítulo “40 años de luces y sombras en la democracia venezolana” y ello porque es el más comprensivo examen que se haya publicado sobre la democracia nacida el cincuenta y ocho. Por ello debemos pedir a su autor que lo reedite con ese cognomento para que así sea apreciado, leído y discutido por los venezolanos. Es obra singular en el tratamiento de su tema.
Caballero se llama así mismo “historiador de lo político”. Esto puede verse en las dos apariciones, no son exactamente dos ediciones, de “La pasión de comprender” (Caracas: Ariel,1983. 175 p.; Caracas: Alfadil, 2005. 243 p.), en el inmensamente incitante “Ni Dios y Ni Federación” (Caracas: Planeta, 1995. 307 p.) e incluso en su “Revolución, reacción y falsificación” (Caracas: Alfadil, 2002. 223 p.).
El columnista de opinión, siempre culto y zahorí, aparece en obras como “El mundo no se acaba en diciembre” (Caracas: Ediciones Centauro, 1973. 278 p.),“Contra el golpe, la dictadura militar y la guerra civil” (Caracas: Edciones Centauro, 1998. 176 p.), cuya reedición urge porque todo lo sucedido desde 1992 acá esta allí apuntado con verdadera anticipación, como lo está también, en su cara militarista, en “La peste militar” (Caracas: Alfa, 2007. 219 p.).
Al imprimir en volúmenes sus trabajos políticos deseamos hacerle una sugerencia: que como se trata de escritos políticos, hijos de sus horas, al editarlos les ponga las fechas en que fueron impresos por vez primera. Con ello adquirirían mayor sentido y porque todo el que escribe sobre el suceder de cada jornada lo hace en día y hora fija, puesta a andar la pluma por sus acontecimientos. 
El biógrafo lo encontramos en “Gómez, el tirano liberal” (Caracas: Monte Avila Editores, 1993. 383 p.), el quinto gran libro sobre aquel personaje que tenemos. Los otros son los de Domingo Alberto Rangel (“Gómez, el amor del poder”, 1975), Ramón J. Velásquez (“Confidencias imaginarias de Juan Vicente Gómez”, 1979), Tomás Polanco Alcántara (“Juan Vicente Gómez, aproximación a una biografía”, 1992) y Jorge Olavarría (“Gómez, un enigma histórico”, 2007).
Igual singularidad tiene “Rómulo Betancourt, político de nación” (Caracas: Alfadil, 2004. 477 p.). Allí se ha vuelto a cumplir un hecho: los mayores estudiosos del hombre de Guatire han sido sus adversarios, marxistas o socialcristianos, entre los últimos cabe muy bien el padre Arturo Sosa Abascal.
Creemos que el amplio estudio sobre este líder se originó en su “Rómulo Betancourt: política y populismo en Venezuela” (Buenos Aires: Centro Editor de América Latina,1971), aquí leído en su reedición como “Rómulo Betancourt”(Caracas: Ediciones Centauro, 1977.302 p.) ya que el folleto original circuló muy poco en nuestro país, tenemos en nuestras estanterías una de esas raras copias.
El renglón del biógrafo lo cierran, en este momento, los perfiles insertos en su Dramatis personae.
Caballero, y lo hemos dicho es un crítico literario, tiene la cultura y buril para hacerlo. Quien desee comprobarlo deberá repasar sus escrituras. El primer conjunto de ensayos, diríamos que más literarios, están en su “Ve y toma el libro que está en la mano de Ángel” (Caracas: Editorial Ateneo de Caracas, 1979. 248 p.), otros están en su “Defensa e ilustración de la pereza”, (Caracas: Alfadil, 1998.160 p.), “El orgullo de leer” (Caracas: Alfadil, 2003. 238 p.), cuya reedición no puede considerarse segunda edición, según su método de trabajo, excluyó algunos textos e incluyo otros que no estaban en la primera (1988), en “El desorden de los refugiados” (Caracas: Alfadil, 2004. 255 p.), en la primera parte de sus “Polémicas y otras formas de escritura” (Caracas: Alfa,2008. 191 p.) y en el sabroso “No más de una cuartilla” (Caracas: Alfa, 2009. 316 p.), la que nos ha dado motivo para nuestra reunión de esta tarde.
Creemos que aquí está Manuel Caballero. Es mucho lo que de su escribir se ha ordenado en libros, aunque sin duda en su archivo aun quedan muchos papeles. No lo dudamos.
Y para cerrar apenas una idea de los porqués de esa preciosa y deliciosa obra que es “No más de una cuartilla”. Dice Caballero “Nos proponemos reducir el ensayo a su mínima expresión, sin convertirlo en aforismo, así llegue a veces a contenerse en apenas una línea” (p.17). A la vez él, lo dice en la página final, no desea se vea este libro “como una simple libreta de anotaciones, un fichero o una red para no dejar las ideas de cada día” (p.316). Si es cierto que son ensayos contiene también aquellas ideas que todo escritor redacta, a la vez que trabaja sobre otros asuntos, dejando consignado un pensamiento que le viene y no desea perder, a veces se levanta de la cama para anotarlo y así no pederlo. Son ideas para más adelante, pero bien atrapadas siempre. Todos los escritores tienen, ahora en el disco duro de sus computadoras, ese especial memorial de todo aquello que viene a su mente cuando leen o escriben, y a veces cuando sueñan. Este libro a la vez, que es distinto a los “mini-ensayos” de nuestro querido maestro Luis Beltrán Guerrero (1914-1997) y tiene un hondo sentido y grande valor dentro de la meditación ensayística venezolana. 
En el libro de Caballero “El discurso del desorden” está la famosa frase que le dirigió (junio 16,1983) Gonzalo Barrios (1902-1993): “Los adversarios suelen ser amigos que no se conocen” (p.7): lo cual fue una grande confesión de tolerancia, la cual poseyó en grado sumo el político adeco, hombre de excepción, lo supimos bien quienes los tratamos con afecto y gozamos de su conversar, de su sabia intuición política, de sus mucho saberes surgidos de sazonadas lecturas y de sus consejos gastronómicos. Pero además esta frase también empapa las reflexiones, exploraciones y análisis de Manuel Caballero: él piensa por sí mismo y siempre está lejano a pretender imponer sus conclusiones a nadie. No en vano ha sido buen lector de Voltaire (1694-1778).

(Leído en la sesión de “Los tertulieros se reúnen” en la Fundación Francisco Herrera Luque la tarde del Jueves 19 de Noviembre de 2009 en la cual también participaron la historiadora María Elena González Delucca y la antropóloga Michelle Ascensio).

Roberto J. Lovera de SolaROBERTO J. LOVERA DE SOLA Crítico literario y autor de varios libros y de numerosísimas artículos en su especialidad. Nació en Caracas en marzo de 1946. Siguió estudios en varios colegios de Caracas y Mérida, en la UCAB y en la UCV. Ha realizado investigaciones en diversas instituciones venezolanas y extranjeras, entre ellas el Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos (CELARG), Fundarte y la Northwestern University Library, Evanston, Illinois, Estados Unidos.

 
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